Adrede vivimos la vida en nuestro mundo fragmentado como único eslabón de la esperanza. Adrede caminamos a veces sin rumbo para llegar a un punto infinito rodeado de la nada.
Adrede sentimos el amor como una enfermedad que nos da salud y nos condena al olvido.
Adrede soñamos que somos viento o águila, que somos sonrisa o llanto, que somos vida o muerte.
“La poesía, para despertarse, (porque la poesía es como el sentimiento religioso, una facultad del espíritu humano), necesita el espectáculo de lo bello, del poder terrible, de la inmensidad, de la extensión, de lo vago, de lo incomprensible, porque sólo donde acaba lo palpable y vulgar, empiezan las mentiras de la imaginación, el mundo ideal.” Domingo Faustino Sarmiento.
“Los libros son una buena patria para los que no son de ninguna parte.” -Santiago Roncagliolo.
“Vivir las vidas que uno no vive es fuente de ansiedad, un desajuste con la existencia que puede tornarse rebeldía, actitud indócil frente a lo establecido.” -Mario Vargas Llosa. (La verdad de las mentiras)
“Porque hay cosas, palabras, que uno lleva mordidas adentro y las lleva toda la vida, hasta que una noche siente que debe escribirlas, decírselas a alguien, porque si no las dice van a seguir ahí, doliendo, clavadas para siempre en la vergüenza.” -Abelardo Castillo.
“Nuestro pasado deja de pertenecernos tan pronto se convierte en historia, en algo que no interesa ya a nadie.” E.M. Cioran.
La historia de la poesía dominicana de postguerra ha construido su imaginario entre la década de 1960 y la de 1970. Los poetas que han vivido su experiencia a caballo entre las dos décadas parecen moverse en un espantoso vacío, así como también en una crisis de identidad y búsqueda incesante del ser.
Los sesenta son de los años más difíciles y trágicos de la historia política dominicana, agitada y trastornada por problemas de orden público y económico que, heredados de los años precedentes, llegan a un extremo produciendo efectos fuertemente negativos en la vida nacional, dirigida por una clase política incapaz de resolver las muchas dificultades con que se encara el país.
En ese clima de violencia, de ceguera e ineptitud política, ¿quedaba todavía un espacio para los poetas? La poesía fue acusada de inútil, ociosa y de total incapacidad para incidir en el terreno de la realidad y en lo político predominaba el extravío y un sentido de malestar existencial debido a la imposibilidad de definirse, ya sea respecto a la realidad o a la literatura.
El poeta se sentía burlado, escarnecido, marginado. Abandonados completamente en sí mismos y a su propio talento, los representantes de la generación de postguerra se vieron constreñidos a la práctica de una especie de empirismo absoluto, obligados a medirse con la poesía antes que con las poéticas en una diseminación de tendencias y horizontes.
De la reconquistada libertad expresiva y de la renovada fe en la poesía, surgió, en ese contexto, la obra de Enriquillo Sánchez (1947-2004).
El viaje a través del ser, como materialidad imaginaria y deseante del cuerpo, hacen de la fantasía, el erotismo, el amor, la soledad, la mujer y la muerte, los temas centrales de sus principales libros, desde “Por la cumbancha de Magita” del año 1976, “Pájaro dentro de lluvia”, con el recibiera el Premio Nacional de Poesía del año 1983, “Sheriff ( c )oncream soda”, Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío del año 1985, “Los cantos del húsar” de 1985 hasta “Memoria del Azar” del año 1997, con el que también recibiera el Premio Nacional de Poesía de ese mismo año.
La obra poética de Enriquillo Sánchez nos permite soñar con el misterio primigenio del paraíso perdido. Es un intento febril de alcanzar los orígenes, una tentativa de violentar los límites de la fruición en el mismo instante de la muerte.
En otras palabras, el tiempo, en esta obra, es una realidad ceñida al instante y suspendida entre dos nada. El tiempo podrá sin duda renacer, pero en principio deberá morir.
Así, el instante adquiere una amplia connotación en esta obra: vivacidad de los sentidos, es igualmente un reto al tiempo, una crítica a las mixtificaciones de la historia y de la religión en el mundo occidental.
El “cuerpo”, por su parte, conduce a una suerte de mística: espacio del instinto y del deseo; es también una topografía simbólica del universo, que va de lo sensible a lo mental; es el protagonista de un ritual (el erótico) que hace posible la encarnación del tiempo y de la totalidad.
En ambos casos, se trata de dos vías entrecruzadas que nos reconcilian con lo “real” del mundo. El realismo poético de Enriquillo Sánchez no postula la existencia del no-yo. Creo que esta poesía se constituye como un monólogo dramático, y ese monólogo es, principalmente, el de un yo en relación con el tiempo.
Su poesía supone la subjetividad de la experiencia y propone el poema como metáfora posible, pero no correlato objetivo, de una experiencia de otro orden.
De ahí, creo, la recurrencia continua a lo que alguna vez vivió, al bello verano en que fue feliz, por ejemplo: un lugar no localizado, mítico, en el que él y el tiempo fueron enemigos; el recuerdo, la irrecuperable lejanía que sólo el poema puede constatar; nostalgia de un momento particular de la existencia siempre con la misma connotación de juventud y felicidad (que para él son casi sinónimos):
“Volveré siempre que una fruta ruede de tu boca/hacia la más próxima galaxia enamorada./ Volveré siempre que tu pie huya de mis dientes/ y siempre que el aguacero inunde las canciones”. No sólo la espiral se invierte en su desarrollo rítmico, sino también en su desarrollo semántico.
De lo anterior se deriva que Sánchez retome y enriquezca estéticamente el habla del dominicano de un momento histórico determinado (un habla que permanece en la memoria deseante) y a partir de ahí simboliza su vida y su sociedad.
“No por otra razón se mezclan con bastante fruición y dominio de la técnica del poema, como ha dicho José Mármol, registros expresivos propios del habla vulgar del dominicano, los ritmos musicales autóctonos y sincréticos, las fauna y flora del ámbito ecosistémico caribeño y otros elementos materiales y abstractos”. Verbigracia, “la tigre”, “papichulo”, “novios de rompe y raja”, “bimbín”, “pupú”, “por donde le dicen cirilo”.
La concepción erótica de Enriquillo Sánchez se debate entre dos extremos; uno, proveniente de su intelectualización del verso, el hombre como ente verbal; el otro, que proviene de la sensualidad innata del poeta, el hombre como ser erótico.
En la oposición de los dos polos se produce la extraordinaria riqueza de pensamiento y la complejidad y pluralidad de su erotismo. Deseo por el placer y, a la vez, deseo por la poesía.
Subrayo algo que me parece esencial: en la escritura de Enriquillo Sánchez no hay un erotismo si no que cohabitan diferentes erotismos: el masculino, el alquímico, el femenino, el lingüístico, el corporal, y otros que quizás se me escapen en la celeridad de estos apuntes.
Ya no se trata de una variante irónica que parta de una filosofía convencional; en realidad ya no cabe denominarla filosofía en un sentido conceptual, porque no es una idea sobre el amor la que Sánchez percibe, sino una reacción pesimista tras haberlo experimentado.
Es, sin embargo, filosófico en cuanto que el amor como experiencia resulta problemático y paradójico. El problema básico del amor, en nuestro autor, consiste en la trascendencia de la soledad individual que se extiende a una comunicación intensificadora.
La concepción del amor y el erotismo en la poesía de Sánchez se aleja de la tradición renacentista en el sentido de que ni las mujeres ni el amor son objeto de idealización.
El amor es siempre carnal, y la volubilidad y la infidelidad son sus complementos naturales en esa área, pero en ello nada hay esencialmente cínico o desvergonzado.
El amor no es la más espiritual de las experiencias humanas, pero sí la más gloriosa por la felicidad temporal que puede provocar. Hay una filosofía moral implícita en la poesía erótica de Sánchez, y de acuerdo con ella, se condena a sí mismo, pero nunca condena ni al amor ni a la mujer ni a la Naturaleza por haberla creado y convertido su anhelo en el centro de la experiencia del hombre.
Ya no se trata de una variante irónica que parta de una filosofía convencional; en realidad ya no cabe denominarla filosofía en un sentido conceptual, porque no es una idea sobre el amor la que Sánchez percibe, sino una reacción pesimista tras haberlo experimentado.
Es, sin embargo, filosófico en cuanto que el amor como experiencia resulta problemático y paradójico. El problema básico del amor, en nuestro autor, consiste en la trascendencia de la soledad individual que se extiende a una comunicación intensificadora.
La concepción del amor y el erotismo en la poesía de Sánchez se aleja de la tradición renacentista en el sentido de que ni las mujeres ni el amor son objeto de idealización.
El amor es siempre carnal, y la volubilidad y la infidelidad son sus complementos naturales en esa área, pero en ello nada hay esencialmente cínico o desvergonzado.
El amor no es la más espiritual de las experiencias humanas, pero sí la más gloriosa por la felicidad temporal que puede provocar. Hay una filosofía moral implícita en la poesía erótica de Sánchez, y de acuerdo con ella, se condena a sí mismo, pero nunca condena ni al amor ni a la mujer ni a la Naturaleza por haberla creado y convertido su anhelo en el centro de la experiencia del hombre.
El cuerpo y sus arideces, el encuentro erótico y su violencia, el amor, operan en la obra de Sánchez como un puente hacia el más hondo conocimiento de nosotros mismos. Entre la soledad y la comunión del acto sexual Enriquillo Sánchez se inclina por esta última comunión.
Creo que una hoja de hierba, no es menos que el día de trabajo de las estrellas, y que una hormiga es perfecta, y un grano de arena, y el huevo del régulo, son igualmente perfectos, y que la rana es una obra maestra, digna de los señalados, y que la zarzamora podría adornar, los salones del paraíso, y que la articulación más pequeña de mi mano, avergüenza a las máquinas, y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha, supera todas las estatuas, y que un ratón es milagro suficiente, como para hacer dudar, a seis trillones de infieles.
Descubro que en mí, se incorporaron, el gneiss y el carbón, el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces. Que estoy estucado totalmente con los cuadrúpedos y los pájaros, que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos y que puedo hacerlo volver atrás, y hacia mí, cuando quiera. Es vano acelerar la vergüenza, es vano que las plutónicas rocas, me envíen su calor al acercarme, es vano que el mastodonte se retrase, y se oculte detrás del polvo de sus huesos, es vano que se alejen los objetos muchas leguas y asuman formas multitudinales, es vano que el océano esculpa calaveras y se oculten en ellas los monstruos marinos, es vano que el aguilucho use de morada el cielo, es vano que la serpiente se deslice entre lianas y troncos, es vano que el reno huya refugiándose en lo recóndito del bosque, es vano que las morsas se dirijan al norte al Labrador. Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido en la fisura del peñasco.
Walt Whitman
(West Hills, Estados Unidos, 31 de mayo, 1819 - Camden, id., 1892) Poeta estadounidense. Hijo de madre holandesa y padre británico, fue el segundo de los nueve vástagos de una familia con escasos recursos económicos.
La primera edición de su gran obra, Hojas de hierba (Leaves of grass), no vio sin embargo la luz hasta 1855. Esta primera edición (habría otras ocho en vida del poeta) constaba de doce poemas, todos ellos sin título, y fue el propio Whitman quien se encargó de editarla y de llevarla a la imprenta. De los mil ejemplares de la tirada, Whitman vendió pocos y regaló la mayoría, uno de ellos a Ralph Waldo Emerson, importante figura de la escena literaria estadounidense y su primer admirador
Estados Unidos es el país que se autoproclama como el reino de la libertad y cuya historia está plagada de agresiones a su propia población y a la del resto del mundo para imponer, a sangre y fuego, sus pretendidos ideales de justicia, libertad y derechos humanos. En ese país se ha impuesto en los últimos años la prohibición de libros, la censura cultural y educativa, la expulsión de profesores de las escuelas y universidades por no someterse a los dictados de los padres de familia, de empresas o de grupos de presión, a la cabeza de los cuales se encuentra el poderoso lobby sionista.
Esas prácticas de censura se activaron en 1982, cuando un Consejo Escolar de Nueva York retiró unos libros de texto por considerar que sus autores eran «antiamericanos, anticristianos, antisemitas y simplemente asquerosos». Desde ese momento se fue incrementando la prohibición de libros y autores a lo largo y ancho de los Estados Unidos, hasta el punto de que en 2023 fueron retirados en las bibliotecas de las escuelas 4240 títulos, lo que representó un incremento del 65% respecto a 2022 cuando fueron prohibidos 2571 títulos. En 41 Estados se han prohibido libros, lo que afecta en forma directa a millones de niños y jóvenes.
El ataque a los libros se ha convertido en parte del programa político de grupos organizados, que están ligados al Partido Republicano. En menor medida, existe la censura a nombre de lo políticamente correcto (del llamado liberalismo woke) con respecto a ciertos temas de género y de sexo.
En diversos estados, entre los que sobresalen Texas, Oklahoma y Florida, se han dictado leyes en las que se restringe oficialmente libros en las escuelas cuyo contenido sea considerado obsceno o peligroso en materia de raza, género, clase o sexo. Se prohíben libros en los que se aborde el racismo, la exclusión de la población negra, la violencia sexual o, simplemente, se hable de relaciones sexuales, consumo de alcohol o desigualdad social.
Quienes promueven la censura se organizan en grupos, en principio formados por pocas personas beligerantes e ignorantes, que señalan los libros que quieren que sean retirados de las escuelas. Estos nuevos inquisidores han desarrollado un estilo de manual, con un listado de libros en cada uno de los cuales subrayan los “pasajes obscenos u ofensivos”, por los cuales deben ser sacados de circulación en las instituciones escolares. Cuando un padre denuncia como inapropiado, pornográfico o peligroso a un libro, en forma inmediata debe ser retirado de la biblioteca escolar, hasta que el Consejo Escolar determine si el texto es inadecuado o no.
El movimiento nacional que comenzó como un grupo de Facebook en La Florida se denomina “Mamás por la Libertad”. Su objetivo es luchar “por la sobrevivencia de América (Estados Unidos), unificando, educando y empoderando a los padres a defender sus derechos parentales a todo nivel de gobierno¨ y eso implica escoger candidatos que las representen en los Comités Educativos en cada escuela. Sus intereses son los de la extrema derecha, con concepciones retrogradas en materia social, cultural y educativa, a partir de las cuales defienden el racismo, la discriminación, la desigualdad, la violencia y la opresión en sus múltiples formas y expresiones.
Prohibir libros pasó a formar parte de los programas electorales de los candidatos a gobernador del Partido Republicano, y algunos de ellos han ganado. Así, en 2020 fue elegido Glenn Youngkin gobernador de Virginia, quien en campaña electoral anunció que prohibiría lecciones sobre racismo en el currículo escolar del Estado. Este ejemplo fue retomado después por otros candidatos, y luego gobernadores.
La lista de los libros y autores prohibidos es extensa y las razones para restringir la lectura de algunas o todas sus obras son llamativas por lo ridículas y estúpidas, lo que pone de presente a dónde llega el nivel intelectual en los Estados Unidos, el país de la “libertad”. Entre los autores que en ese país se han prohibido hay una lista que no tiene nada que envidiarle a la que elaboraba la Santa Inquisición, y allí se encuentran autores universales de la talla de William Shakespeare, Gabriel García Márquez, Mark Twain. Gustave Flaubert, John Milton, Aldous Huxley, Fiódor Dostoievski. La mayor parte de los autores prohibidos son de Estados Unidos y entre los casos más infames está el de Toni Morrison, mujer y negra que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1992.
El nivel de los censores se mide por las razones invocadas para prohibir libros, como lo muestran algunos ejemplos: Caperucita Roja porque lleva vino en la cesta que porta para la abuelita; Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, porque es moralmente cuestionable; “Demasiado sexo” se argumenta para prohibir Romeo y Julieta de Shakespeare; Ojos azules, escrito por Toni Morrison, fue censurado por considerarse sexualmente explícito y porque habla del abuso sexual infantil… En contraposición, Mi Lucha de Adolfo Hitler nunca ha sido retirado de circulación, ni prohibido en las escuelas.
En la prohibición de libros predominan los de no ficción, aquellos que hablan de la pobreza, la diferencia de clases, el racismo y observan la historia y la sociedad de Estados Unidos con perspectivas críticas. En la lógica de los censores, no puede cuestionarse ni el capitalismo, ni el libre mercado, ni las variadas formas de opresión que existen en Estados Unidos y este país impone al resto del mundo. La mayor parte de los padres de los estudiantes están convencidos, a partir de sus creencias conservadoras y sus prejuicios ideológicos y culturales, que no pueden ofrecerse puntos de vista alternativos a los estudiantes que cuestionen la forma cómo funciona Estados Unidos y estén informados sobre esa otra historia del “país de la libertad”, es decir, el de la opresión, la injusticia y la desigualdad.
Publicado en papel en El Colectivo (Medellín), abril de 2024. Fuente.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Paul Auster nació en Newark (Nueva Jersey) en 1947 en una familia judía de origen polaco: los recuerdos familiares de esos ancestros alimentan unas cuantas páginas de Baumgartner. Estudió literatura francesa en la Universidad de Columbia y vivió largamente en París. Su relación con la literatura francesa se refleja en sus ensayos y en La invención de la soledad, donde además de recordar la obra de Pascal y de Mallarmé, evoca su relación con el poeta Francis Ponge, a quien tradujo.
Autobiografía del ojo
Cosas invisibles, enraizadas en el
frío, creciendo
hacia esta luz
disipada
en todo lo que alumbra. Nada
tiene fin. La hora regresa
al comienzo de la hora
en que respiramos: como si
nada fueran. Como si yo
no pudiera ver
nada
que no es lo que es.
En el límite del verano
y su calidez: cielo azul, colina púrpura.
La distancia
que sobrevive.
Una casa hecha de aire, y el flujo
del aire en el aire.
Como estas piedras
que se deshacen sobre la tierra.
Como el sonido de mi voz
en tu boca.
Desapariciones
1. Empieza de nuevo, a partir
de la soledad:
como si ahora respirara
por última vez,
y es ahora, por tanto,
cuando respira por vez primera
más allá del abrazo
de lo singular.
Vive, y no es por tanto
sino lo que se aloja
en el insondable hueco
de su ojo,
y lo que ve
es todo lo que no es: una ciudad
del hecho
indescifrable,
y, por tanto, un lenguaje de piedras,
pues sabe que en el total de la vida
una piedra
dará paso a otra piedra
para hacer un muro
y que todas esas piedras
formarán la monstruosa suma
de pormenores.
* * * * *
3. Oír el silencio
que sigue a la palabra de uno mismo. Murmullo
de la más mínima piedra
tallada a imagen
de la tierra; y que los que
hablen
no sean más
que la voz que los habla
al aire.
Y dirá
de cada cosa que vea en este espacio,
y se lo dirá al muro mismo
que crece ante él:
y también para esto
habrá una voz,
aunque no será la suya.
Incluso a pesar de que habla.
Y porque habla.
* * * * *
5. Frente al muro
adivina la monstruosa
suma de pormenores.
No es nada.
y es todo lo que él es.
Y si él
nada fuera, déjalo empezar
donde se encuentre a sí mismo,
y como cualquier otro hombre
que aprenda el habla del lugar.
Pues también él
vive en el silencio
que viene antes de la palabra
de sí mismo.
* * * * *
7. Está solo. Y desde el instante en que empieza a
respirar,
no está en ningún sitio. Muerte plural, nacida
en las mandíbulas de lo singular,
y la palabra que
construiría un muro
a partir de la piedra
más interna de la vida.
Pues nada: de lo que habla
es él;
y a pesar de sí mismo,
dice yo, como si también él
empezara a vivir en todos
los otros
que no son. Pues la ciudad es
monstruosa, y no hay en la boca
fugas
que no devoren la palabra
de uno mismo.
Por tanto, están esos muchos,
y están
todas esas vidas talladas
en las piedras de un muro,
y aquel que fuera a respirar
aprenderá
que no hay más destino
que éste.